Las prioridades del recién nacido
Muy a pesar del inmenso mercado de productos montado en torno al recién nacido, lo que los bebés necesitan en los primeros meses de vida (y durante un buen tiempo) son cuatro cosas que no tienen precio: vínculo, cuidado, seguridad y respeto.
El vínculo amoroso con su mamá y su familia a través de la palabra, el tacto y un ambiente armonioso en el hogar es el primer nutriente que los bebés necesitan recibir de su familia. El bebé recién nacido no solo necesita que se le alimente y se lo mantenga limpio. Necesita sentirse cobijado por los brazos y la palabra de su madre y de sus familiares cercanos para crecer y desarrollarse sano. Hace prácticamente un siglo se descubrió en Inglaterra y en otros países que el índice de mortandad de los bebés internados disminuía notablemente en aquellos hospitales y casas cuna en los que los bebés internados eran alzados y acariciados y a quienes las enfermeras les cantaban canciones y les hablaban a menudo, llamándolos por su nombre y estableciendo a través de la palabra un contacto a distancia incluso cuando estaban atendiendo a otro niño de la sala. Esta relación afectiva es una corriente subterránea que se mantiene presente durante todo el día, pero que en ciertas instancias tiene una dedicación total y exclusiva. Es decir, podemos estar atendiendo otras obligaciones como hacer la comida, cuidar a los hijos mayores y trabajar mientras el bebé no necesita de nuestra atención directa y esto no significa que el vínculo con él desaparezca, sino que está implícito y no está manifestado de manera directa. Pero en algunos momentos del día el bebé necesita que este vínculo sea concreto, claro y directo. Precisa un vínculo explícito, físico y amoroso, que le hará sentirse seguro y amado.
Es bien sabido que los bebés recién nacidos son altamente demandantes, requieren de cuidados tan frecuentes que no dejan tiempo para dormir una cantidad mínima de horas seguidas que garanticen el buen descanso del adulto. Esta privación de sueño y esta demanda intensa puede hacernos sentir que estamos dando todo lo que podemos dar. Nos parece que si además debemos estar pendientes del vínculo con el bebé, la exigencia sería extrema. La buena noticia es que no hace falta estar alertas ni atentos para que el vínculo amoroso esté presente, ya que es un mecanismo que se da de manera natural dentro de la familia. Pero además, si conocemos la necesidad del bebé de mantener una relación afectiva, constante y segura con nosotros, podemos convertir los momentos obligatorios de cuidado en la mejor oportunidad para nutrir este vínculo directo con él.
Estrictamente hablando, el cuidado del bebé puede sintetizarse en el cambiado del pañal, el baño, la vestimenta y el amamantamiento. Estas son instancias en las que toda la corporalidad y emoción del bebé están involucradas y se convierten así en ocasiones preciosas en las que podemos establecer con él una relación profunda, de gran intercambio y aprecio mutuos. Pongamos un ejemplo.
El bebé se despierta en su cuna y llora haciéndonos saber que tiene hambre. Le avisamos con la palabra que lo hemos escuchado y que en breve estaremos con él, de modo que se establece entre nuestra voz y su llanto un pequeño diálogo. El bebé llorará más intensamente, como diciéndonos “quiero que sea rápido” y podremos contestarle una vez más que lo hemos escuchado y que estamos yendo a atenderlo, mientras dejamos la tarea que estábamos realizando. Cuando llegamos a su lado le avisamos que vamos a tomarlo en brazos y podemos esperar unos segundos para darle tiempo a que se prepare para ser alzado. Colocando con cuidado todo el antebrazo debajo de su cuerpo, sosteniéndolo por completo con un solo brazo, dejamos la otra mano libre y lo alzamos. Al ser sostenido de esta manera, el bebé experimenta una sensación de gran seguridad. Si lo sostenemos con una mano de la cabeza y con la otra de la espalda ya la cola el bebé percibe que en su corporalidad un quiebre, una línea de sostén interrumpida que puede llevarlo a crisparse en la tensión de no sentirse plenamente sostenido. ¡Además tiene la enorme ventaja de que nos queda la otra mano disponible para todo lo que necesitemos agarrar en el momento! Colocamos al bebé al pecho o le damos la mamadera y nos entregamos al intercambio corporal y afectivo del momento de la alimentación con interés y disfrute. Una buena postura para alimentar al bebé asegura una buena comunicación. De modo similar, una vez que está satisfecho, si es necesario realizamos un cambio de pañal cuidando en todo momento de favorecer la armonía en los movimientos que realizamos con su cuerpo, anticipando el movimiento siguiente con la palabra y dando tiempo a que el bebé se organice para el próximo paso. Al mantener una rutina en los cuidados no solo estaremos hallando el alivio que brinda el orden, sino que estaremos ofreciéndole un contexto conocido, que brinda un sentimiento de sosiego. Brindar los cuidados de este modo, además de enriquecer enormemente el vínculo amoroso, permite que el bebé experimente una gran seguridad motriz: su cuerpo es tratado con cuidado, con respeto y delicadeza. De este modo estamos brindándole tanto la adecuada atención que requiere el cuidado de su cuerpo físico como la relación afectiva que satisface la necesidad de apego del niño.
La seguridad primariaque vive el bebé recién nacido en los cuidados de sus necesidades básicas es un primer sostén que sienta las bases para su desarrollo motor y psíquico. Desde el nacimiento hasta los tres meses de edad el bebé se entusiasma con el mundo, siendo el mundo él mismo. Luego comienza a interesarse por los objetos. Es aquí donde el bebé, que está comido, bien descansado y limpio, necesita de un espacio de juego y motricidad libre que le den la posibilidad de un desarrollo adecuado, pudiendo así satisfacer sus deseos tan intensos de descubrir el mundo y a sí mismo. Para que esto sea posible, el bebé necesita de un ambiente seguro donde jugar sin ser interrumpido. Según la pediatra Emmi Pikler la seguridad máxima la brinda un espacio de juego cercado pero amplio (no un corralito) donde el bebé pueda estar en el suelo, sobre una manta si es necesario. Es a partir del piso firme que los mensajes son claros para el desarrollo del cerebro. El piso blando (como los colchones) absorbe parte del movimiento y del mensaje que este movimiento da al cerebro. El piso blando fatiga más y por este motivo los bebés son más activos si están sobre un piso firme. El lugar debe estar cercado para garantizar que en ese ambiente el bebé está fuera de peligro. Si el bebé no es forzado a asumir posturas que no puede sostener por sí mismo sino que es colocado boca arriba en su espacio de juego seguro y se ubican a su alcance objetos adecuados para su edad para que pueda explorarlos y jugar con ellos (al principio una servilleta tal vez sea suficiente, luego objetos sencillos y cotidianos), entonces este pequeño niño desarrollará una gran capacidad de concentración, prudencia, equilibrio y un profundo sentimiento de seguridad que le permitirá enriquecer sus habilidades motrices de manera natural y paulatina. Es recomendable evitar colocar al bebé sobre el vientre o sentado forzadamente ya que se crispa su cuerpo, desplegando rigidez en la espalda, brazos y hasta los talones, impregnando esta tensión sus movimientos y desorganizándolos. Al estar boca arriba el bebé se encuentra completamente relajado gracias al equilibrio experimentado y paulatinamente irá buscando adquirir nuevas posturas, a medida que esté preparado. Cada estado de desarrollo es una nueva instancia de equilibrio que supera la anterior. Los progresos de la motricidad basados en la maduración y el ejercicio de de los sistemas de movimiento específicos sucesivos van en el sentido de la creciente complejidad del mantenimiento de la estabilidad, del equilibrio en el sentido físico del término. Pero aún falta mucho para ello. Estamos ante un bebé de pocos días de vida y tenemos mucho tiempo para disfrutar viendo desplegarse sus posibilidades. Por ahora, nuestro bebé disfruta de un vínculo amoroso, está bien cuidado y se siente seguro. Estando dados estos requisitos, el adulto puede dedicarse a atender sus otras obligaciones durante periodos de tiempo cada vez más prolongados. Pero por sobre todo, puede dedicarse a deleitarse observando y valorando la enorme iniciativa de la que son portadores los bebés.
De hecho, el respeto por la persona que encarna el bebé y la valoración de su iniciativa es el último ingrediente que nos hacía falta para completar una nueva imagen del bebé. Una imagen que nos revelará que nuestro pequeño hijito es un ser activo y pleno que es merecedor de nuestra consideración y respeto. En este sentido, atestiguar el desarrollo natural de un bebé recién nacido puede convertirse en una experiencia de enorme satisfacción también para el adulto. Es demandante y por muchos momentos el agotamiento agobia. Pero si les brindamos un vínculo afectivo adecuado, si los cuidados son realizados con delicadeza anticipando al bebé lo que va a sucederle y sin tomarlo por sorpresa y si les damos la posibilidad de moverse en libertad siendo protagonistas de su propio juego, estaremos listos para ver como la maravilla de la vida se despliega ante nuestros ojos.
Guía para la educación de bebés pequeños. Rutinas. Espacio Lúdico. Espacio Materno.
Desde que nace tu bebé está sumamente activo y aprende muchísimas cosas cada día, aunque tal vez no lo parezca. Todavía necesita dormir mucho pero en los momentos en los que está despierto estará cada vez más atento a su entorno percibiendo con más nitidez las imágenes que ve y los sonidos que oye. Pero su gran placer son el gusto y el tacto. Si lo amamantás o lo tenés a upa mientras toma su mamadera, este es un momento maravilloso para comenzar a jugar con él siguiendo tu intuición. Tal vez quieras hablarle, tal vez sientas el deseo de acariciarle un piecito o de dejar que tome tu dedo con toda su manita. Los primeros meses de vida del bebé son muy cansadores porque aún se despierta mucho y no te deja dormir una cantidad de horas seguidas que resulten suficientes para sentirte renovada. Por esto es una buena idea que busques hallar satisfacción disfrutando en lo que hay que hacer: alimentarlo, cambiarlo, bañarlo, volverlo a alimentar, a cambiar y a bañar… si ponés tu atención en los pequeños detalles y te conectás profundamente con el momento presente, de seguro tu actitud de devolverá un sentimiento muy placentero que recompensará todo el esfuerzo. Y cuando simplemente no te sientas lista para estar tan conectada con cada momento, no te fuerces. Mientras menos te exijas a cumplir con sugerencias e ideas de otros, más relajado estará también tu bebé y más felices estarán ambos.
Es prioritario respetar el tiempo y ritmo de cada madre, que por lo general sabe exactamente lo que necesita y desea hacer y a veces solo hace falta confiar plenamente en esta intuición más allá de los comentarios del entorno familiar y social.
En los momentos que el bebé esté satisfecho y aún no tenga sueño, podés comenzar a proponerle tres actividades básicas que tienen que ver con las rutinas cotidianas, con pequeños espacios lúdicos de exploración del entorno y de vínculo con vos:
Las rutinas cotidianas.
Si estás con tu bebé sola en casa muchas horas ¡no hay motivo para que estés callada todo el tiempo! Allí tienes a tu pequeñito de 2 meses, despierto de a ratitos y listo para enterarse de todo lo que está sucediendo. Es muy positivo que vayas narrándole lo que estás haciendo, que le hagas preguntas para que sepa que lo estás involucrando en la conversación y que le expliques lo que harás con él para anticipar ciertos momentos. Esta actividad podría llamarse “El juego de la comentarista deportiva” porque las personas de esta profesión tienen la capacidad de narrar paso a paso todo lo que sucede y volver interesante y apasionante algo que visto sin audio sería realmente monóntono y con poco sentido. Cuidado, esto no significa que le hables a toda velocidad y sin parar, sino que encuentres la forma de compartir, a tu estilo, lo que va sucediendo en el día a día y que mientras le hables busques generar contacto visual con sus ojitos. Verás como el bebé se esmera por girar su cabeza y seguirte con la vista mientras te vas moviendo y hablándole. También extenderá sus manitos abriéndolas y cerrándolas y dará pataditas. Muy probablemente quiera comenzar a contestarte con un encantadora letra A, una U y una O… si lo unimos, formamos AJO, AGU. Fantásticas primeras palabritas que serás la primera en disfrutar.
De este modo estás estimulando de una forma increíble a tu bebé en múltiples áreas:
• desde la mirada y la palabra sostenés el vínculo entre ambos,
• desde la narración de los hechos lo ayudás a comprender su entorno,
• desde la anticipación de lo que harás lo ayudás a sentirseseguro y protegido.
Llamalo por su nombre o su apodo y hacelo partícipe de tus actividades, colocándolo en su cochecito si es recién nacido o acostado en el suelo sobre una frazada forrada con una sábana de algodón. Podés decirle, por ejemplo, “Pedro (aquí va el nombre de tu bebé), ahora voy a cambiarte el pañal. Para eso necesito buscar los pañales que están guardados en este cajón de acá y también el algodón para limpiarte la colita. Es suavecito el algodón, ¿no es cierto? A mi me gusta sentir el algodón en la mano (y podés acaricarle la mano con un copo de algodón). Ahora te estoy limpiando, ¿está un poquito frío? Muy bien, ya estás limpio. Si querés podés aprovechar a mover las piernitas un poco ahora que estás libre… Bueno, ahora te voy a poner el pañal nuevo y limpio para que puedas estar cómodo y puedas dormirte cuando te de sueñito”.
¡Si podemos hacer interesante el momento de cambiarle el pañal, muchas otras rutinas del día como bañarse, vestirse y mamar seguro que serán realmente divertidas! Entre el primero y el segundo mes de vida en algún momento tu bebé te devolverá una fantástica sonrisa y hasta tal vez una carcajadita. ¡Puede suceder en cualquier momento así que estate lista para que el corazón se te derrita!
Espacio lúdico de exploración.
Durante los primeros meses el bebé continúa desarrollando sus cinco sentidos y comienza a coordinar de manera voluntaria el movimiento de sus manos para tomar objetos que le resulten atractivos. Por eso es importante que generes un espacio en el día en el momento en que los dos estén tranquilos y comiences a ofrecerle distintos objetos que atraigan su atención mediante la vista, el oído o el tacto para que los pueda explorar. Los juguetes deben ser sencillos y dentro de lo posible del contexto cotidiano, como por ejemplo una linda servilleta liviana para jugar. Mostrársela, hablarle de lo linda que es y de cómo se mueve en el aire. Dejá luego la servilleta sobre sus piernas mostrándole que la estás apoyando allí para que él la tome en sus manitas. Si no lo hace no tenés nada de qué preocuparte: podés ofrecérsela directamente en la mano o dejarlo para otro momento u otro día. Lo bueno es continuar ofreciéndosela y darle su tiempo para que comience a jugar. Cuando esté listo, el bebé disfrutará de explorar los movimientos de su bracito, de su mano y de la servilleta en el aire, probará llevársela a la boca para conocer mejor su nuevo juguete y la agarrará con todas sus fuerzas con el puño cerrado. Poco a poco, ejercita el modo de tomar las cosas a voluntad y de coordinar sus bracitos asociando lo que ve con los movimientos necesarios para alcanzar el objeto deseado.
Podés repetir este juego muchas veces, no se aburrirá sino que se sentirá estimulado a explorar sus distintas posibilidades.
Espacio Materno
Esta propuesta tiene que ver con que vos también te diviertas, haciendo algo que te guste, y desplegando así tu propio descubrimiento de lo que se trata ser una mamá flamante (aunque tengas otros nenes, siempre nos volvemos a inventar).
La idea consiste en “volver a hacer algo que te gustaba hacer antes de que el bebé nazca”… ¿Había cosas que hacías antes de pasar a atender las necesidades de un bebé encantador y maravilloso pero altamente demandante? ¡Sí! Tal vez ibas al gimnasio y ahora no tenés energía o tiempo o no querés dejar al bebé por si llora. Tal vez pintabas, o te gustaba ir al cine, bailar, sacar fotos, tocar un instrumento o tomarte un cafecito en un bar leyendo tu revista favorita. Pues bien, nada te impide que vuelvas a hacerlo.Escribí en un lindo papel lo que tenés ganas de hacer esta semana, esa cosa que te gustaba tanto hacer hasta hace 2 meses y que ahora parece que quedó en un tiempo muy, muy lejano. Puede tener un formato así: Yo disfruto… (pintar, leer, escribir, tomar un café, etc.). Pegá ese cartel en donde lo veas seguido como un recordatorio y buscá la forma de lograr hacerlo, aunque sea en simulacro. Por ejemplo, ponete una liadísima mesa de desayuno, con más ganas que lo de costumbre, y pedí al diarero que te traiga la revista que te gusta. Prepará una infusión que te encante y montá un “set imaginario de cafecito de la esquina”. La propuesta consiste en no dejar de lado la mujero que vos sos (y que eras antes de tener a tu bebé). Esto no tiene por qué suceder pero que muchas veces sucede. Mientras hagas tu actividad, podés tener al bebé al lado y aplicar la técnica de cronista deportiva, mientras le decís, ahora estoy leyendo mi revista favorita, haciendo el saludo al sol, usando mis acuarelas o escribiendo un mail a una amiga. Contale lo que hacés, y contale que lo estás haciendo para vos, porque lo disfrutás y amás hacer eso. Tu bebé estará feliz porque vos también vas a estarlo. Los bebés no son los reyes de la casa: ¡son los padres! Y es importante que así te trates y te sientas. Esa es tu esencia, el lugar que ocupás en tu hogar. Entonces el bebé ocupará naturalmente el lugar que le queda, que es el mejor, el más adecuado para él y para el orden familiar: un pequeño principito.
Tres reglas doradas para una crianza con bebé, madre y padre felices
Regla de oro Nº 1: saber que un bebé que llora (y una eventual mamá llorona
y con un mundo de emociones encontradas) son normales nos permite aceptarlo/nos, distiende y alivia la crianza. Aplica fuertemente de 0 a 3 meses pero reaparece esporádicamente hasta el año aproximadamente.Regla de oro Nº 2: las madres necesitamos aprender a pedir y recibir sostén de otros adultos para poder sostener plenamente a nuestro bebé. Aplica de los 0 a los 7 meses aproximadamente (o cuando el bebé comience a gatear y deambular). Se recomienda conservar este aprendizaje para otros momentos de la vida aunque sin abusar.
Regla de oro Nº 3: acomodarse y respetar el ritmo propio y el del bebé permite una crianza que renuncia a las exigencias de perfección y es abundantemente más armoniosa y feliz. Podría aplicar desde el embarazo hasta los 99 años pero haciendo un poco más de foco se aplica con mayor intensidad desde los 6 a los 24 meses.
María Raiti
Características del bebé a partir del año. Deambuladores, estimulación y espera.
Los bebés son grandes exploradores desde el nacimiento pero es alrededor del año en que su desarrollo motor los convierte en profesionales del tema. Probablemente su menú será mucho más completo y variado a partir de los 12 meses e irá ganando autonomía para alimentarse. Ahora todavía está poniendo buena parte de su atención en lograr controlar la marcha bien equilibrada sobre sus dos pies y los padres probablemente no veamos la hora de que se largue a caminar con más autonomía. Pero él ya tiene toda su atención puesta en la exploración de un entorno cada día más amplio, del uso de los objetos de la vida cotidiana y desarrollará cada vez mayor interés por la comunicación gestual y verbal con los otros. Si aún no lo hace, en cuanto se largue a caminar con confianza muy probablemente empezará a trepar alcanzando nuevos horizontes para su saciar su curiosidad.
En esta etapa los bebés se vuelven deambuladores y puede ser necesario que reorganicemos un poco la casa para asegurarnos que no haya nada peligroso a su alcance (puede tirar del mantel de una mesa servida queriendo pararse, alcanzar artículos de limpieza u objetos frágiles que deberán subir un par de estantes). Esta misma situación se convierte en una oportunidad ideal para establecer nuevos acuerdos que ayudan a la vida cotidiana estimulando así la interacción verbal. Podremos así, desde la palabra, hacerle saber qué cosas puede hacer y cuáles son nuestras expectativas dándole siempre una opción de lo que sí puede hacer.
Podríamos decirle, por ejemplo:
“Este cajón no es para jugar, tiene cosas que te pueden lastimar. Podés mirar este cajón, que tiene tuppers y después los volvemos a guardar juntos”.
Siempre es importante poder encontrar una forma positiva de responder a la necesidad exploratoria de nuestro bebé: enriqueceremos así su desarrollo integral y no estaremos todo el día diciendo: “¡Eso NOOO!”.
Aquí es donde pueden entrar los juegos que alentarán el interés natural que los bebés de esta edad tienen por la música, el movimiento rítmico, la imitación y el dominio de su cuerpo y de los objetos y juguetes cotidianos. Pero si creemos que somos nosotros los que debemos encargarnos de su desarrollo y que es parte de nuestro trabajo “entretenerlos” y mostrarles cómo y a qué jugar, por muy sorprendente que nos parezca ¡estaremos cayendo en un camino con más de una curva peligrosa que podrá lanzar fuera de la ruta la iniciativa creativa, la autonomía y la autosatisfacción que necesitan experimentar nuestros niños a esta edad!
Si es prioritario que nuestros bebés de 1 año encuentren múltiples oportunidades para ampliar cada vez más sus horizontes emocionales, cognitivos y sociales pero no debemos ser nosotros los que nos encarguemos de estimular este desarrollo, ¿quién se encargará de que puedan lograrlo? La respuesta es tan inesperada como sencilla: ellos mismos.
¿Cómo es esto posible? Se trata de un cambio radical en la mirada y apreciación que tenemos los adultos de los niños pequeños. La experta en primera infancia Magda Gerber sostiene que muchas veces, por amor, nos sentimos movidos a enseñar a nuestros bebés todo acerca del mundo, creyendo alentar así su crecimiento. Sin embargo este impulso a menudo satisface una iniciativa que el bebé vive como ajena. Responde más a un deseo del adulto que a una necesidad real del niño. Es por el amor que sentimos por el bebé que sin darnos cuenta invadimos su espacio de aprendizaje, sin registrar siquiera que lo estamos haciendo. Por ello Gerber decía “mucho mal se ha hecho en nombre del amor, pero no se puede causar ningún daño en nombre del respeto”. Esta no es una afirmación que pretenda generar un sentimiento de culpa sino un despertar a una nueva conciencia acerca de la primera infancia y su potencial.
¿Qué es entonces lo que nuestro bebé de 1 año necesita que le brindemos? Nuestro respeto por su iniciativa natural. Una mirada de auténtico respeto. Y que aprendamos el significado profundo de la palabra “espera”.
Magda Gerber exaltaba el poder de esta sencilla palabra que es fundamental en su filosofía de cuidado de la primera infancia. “Espera” refleja una creencia básica en las habilidades naturales del bebé y respeta los tiempos de desarrollo únicos que cada niño tiene, satisfaciendo su necesidad de experimentar maestría en el dominio de cada aprendizaje alcanzado, contar con creatividad para la solución de situaciones problemáticas y ser un sujeto capaz de expresar sentimientos. “Espera”, una palabra que a su entender era la herramienta más simple y práctica para brindar a los niños pequeños (pero también a todos los seres humanos, más allá de su edad) verdadero amor, atención y confianza.
¿Cómo darle una aplicación práctica a esta octava maravilla? ¡Aprendiendo a esperar mientras nuestros bebés aprenden todo lo demás que necesitarán para sentar bases sólidas para el desarrollo armonioso del resto de sus vidas!
7 Claves para aprender a esperar. El nacimiento de la confianza en la iniciativa de nuestros hijos.
Espera a que estén listos. Espera a la llegada del desarrollo del bebé en sus habilidades motrices, en su control de esfínteres, en su lenguaje y otros aprendizajes previos al Jardín de Infantes. Esto es fácil de lograr cuando comenzamos a apreciar la satisfacción, el sentimiento de comodidad y de logro personal que nuestro bebé manifiesta cuando es capaz de mostrarnos lo que es capaz de hacer, y no a la inversa. Entonces es a ellos a quien pertenece el logro y esto nutre una autoconfianza que los acompañará durante toda la vida.
Espera antes de interrumpir dándole a los bebés la oportunidad de que continúen haciendo lo que están haciendo. Aprenderemos así acerca de sus intereses, favoreceremos que desarrollen periodos de atención más prolongados y que se conviertan en autodidactas de gran independencia. Evitar interrumpirlos lo más posible le da a nuestro niño el mensaje de que valoramos las actividades que él elige y por lo tanto lo valoramos a él.
Espera para la resolución de problemas permitiendo que el bebé desarrolle múltiples capacidades a través del esfuerzo y la frustración habitual previa al éxito. Si no permitimos que lo intente, que surja la dificultad y que tenga tiempo para evaluar nuevas estrategias estamos privándolo de la satisfacción de haberse superado a sí mismo. Esto no significa no ofrecer ayuda, sino que significa saber esperar y apreciar primero qué es capaz de hacer por sí mismo. Quiere agarrar un vaso y se lo alcanzamos, quiere girar un carrito bloqueado y se lo destrabamos, quiere recuperar un muñeco que le arrebató un amiguito e intervenimos. ¿Cuándo tendrán la oportunidad de enfrentarse y resolver por sí mismos los nuevos desafíos? Podemos darles palabras de aliento, avalar su sentimiento de frustración y consolarlo, mientras mantenemos la confianza intrínseca en que está desarrollando nuevas capacidades que serán esenciales en su vida.
Espera el descubrimiento en vez de mostrar cómo funciona cada nuevo objeto o situación que aparece en su vida.
Espera antes de llegar a una conclusión y observa qué es lo que el niño está haciendo. Un niño con un encastre en la mano bien puede estar explorando como tomar diversas formas en la mano y no necesariamente desea que le mostremos donde insertarlo. Una pequeñita analiza las mil y una formas de acomodar el pie en un zapato, lo que no quiere decir que desee tenerlo puesto. Lo que quiere en verdad es explorar con su pie, sentir la relación entre el calzado y la planta del pie, los dedos y el empeine. Si se lo ponemos, la exploración es abortada y mientras nosotros bien podemos sentir que hemos hecho una cosa más en nuestra larga lista de tareas, nuestra hijita sin dudas habrá hecho una cosa menos.
Espera a que estén listos antes de introducir nuevas actividades para que ellos puedan ser partícipes activos y enfrentarse a nuevas experiencias con más entusiasmo y confianza, comprendiendo y aprendiendo mucho más de la situación.
Espera a que resuelvan sus conflictos con otros niños. En la mayoría de los casos nos sentimos incómodos si nuestro bebé de 1 año, que comienza a manifestar un ardiente deseo de estar con otros niños, de pronto empuja, arrebata juguetes o usa el cabello de a sus flamantes amigos para sostenerse si tambalean. La reacción instintiva es el reto y la inmediata intervención del adulto. Pero si nos encargamos de evitar daños físicos, nos mantenemos calmos y los alentamos con la palabra generando empatía y por sobre todo esperamos, los bebés la mayoría de las veces logran resolver el problema por sí mismos con la ganancia adicional de haber dado un paso más, pequeño pero firme, en la conquista de la socialización. ¿Cuánto puede aprender si somos nosotros los que resolvemos el conflicto?
Espera a una mejor comprensión de lo que un bebé necesita cuando llora dando tiempo para que exprese sus sentimientos de modo tal que pueda procesarlos. Nuestro hijito quiere acercarse a un nuevo amigo en la plaza, se le acerca, toma su mano y le ofrece un autito. El otro niño, con timidez retira la manita y dando vuelta la cara mira hacia el piso. Nuestro pequeño insiste, le habla en su idioma, hace que el autito gire sus ruedas en la pierna de su nuevo amigo pero su par se retira cada vez más, escondiéndose detrás de su mamá. El entonces lanza el autito por los aires. Podríamos decirle “no se tiran así los autitos” y sería cierto pero no estaríamos dando en el blanco de lo que en verdad está mal en la situación. Pero más cierto, reconfortante y apaciguador puede ser esperar y tratar de comprender lo que está sucediendo. Tal vez, si reconocemos su sentimiento, podamos responderle: “estás enojado, querías jugar con el nene y el no quiso”. Es muy probable que su enojo se transforme en el alivio de sentirse comprendido. Podemos agregar entonces “tiraste el autito con fuerza y podía lastimar a alguien o romperse”. El niño se siente comprendido a la vez que es alentado a controlar sus impulsos. Comprenderá cada vez más cuál es el mejor camino para canalizar sus sentimientos.
Espera la iniciativa si los chicos parecen aburridos. Si saltamos detrás de una bamblina como un juglar haciendo malabares cada vez que ellos no saben qué emprender estaremos en problemas. No solo podemos estar interrumpiendo una pausa necesaria que habían hecho para procesar la experiencia previa y prepararse para la siguiente, sino que estaremos dándoles el mensaje que nosotros somos los sponsors oficiales de su entretenimiento. Esto puede resultarnos placentero en algunas ocasiones, pero de seguro no nos causará ninguna gracia si sin notarlo estamos alentando que nuestro bebé deje de emprender por sí mismo y se cuelgue de nuestro pantalón mientras cocinamos, atendemos la casa o estamos en casa de amigos, porque está aburrido. En vez de darle ideas de a qué jugar, confiemos en su creatividad y probablemente notemos que inventan entretenimientos que a nosotros (por nuestros condicionantes) nunca se nos hubieran ocurrido.
Puede ser que nos parezca que esperar es desatender o dejar a la deriva a nuestros niños, hasta que los hechos demuestran lo contrario. Es porque nos importan tanto y porque nos ocupa su desarrollo pleno que esperamos. Dar un paso atrás y observar a menudo puede percibirse como contrario a nuestros instintos, por lo cual siempre implica un esfuerzo de parte del adulto. Pero vale la pena. Nosotros también estamos aprendiendo.
FRASE
“Cuando le enseñas algo a un niño lo privas para siempre de la oportunidad de aprenderlo por sí mismo” Jean Piaget
La vuelta a la manzana y la autoestimulación temprana
¿Queremos estimular a nuestro bebé de 1 año, alentarlo a que desarrolle su lenguaje, su curiosidad por el aprendizaje y su sensibilidad artística? ¡La solución nos espera a la vuelta de la esquina!
Los bebés y niños son por naturaleza seres tan bellos como demandantes, con una increíble capacidad de investigación científica y una sorprendente sensibilidad artística. En la mayoría de los casos no necesitan tanto que los estimulemos (salvo expresa opinión del profesional de la salud de nuestra confianza, por supuesto) sino que lo que más quisieran es simplemente que no los desalentemos metódicamente en su entusiasta manera de autoestimularse. Esto se ve claramente cuando nuestro pequeñito ha alcanzado dominar la marcha sobre sus dos pies, alrededor del año de edad, y se siente listo para salir a la conquista del mundo. Veamos un ejemplo
Mamá (o figura maternate a cargo del pequeño deambulador) quiere ir a hacer unas compras a la vuelta y decide llevar al chiquitín.
- Así camina un poco, se dice a sí misma. Así se cansa un poco, continúa convenciéndose. Así después duerme un poco más la siesta… sonríe mamá imaginando un buen receso de 14 a 17 hs.
Por este motivo, ella elige no llevar el cochecito, sino que ambos irán a pie. ¿Cómo terminará la escena? Eso depende del final que cada una le quiera dar, pero por experiencia general el paseo no finalizará tan bien como la madre había imaginado. Resulta que lo que ella realmente necesitaba era ir a comprar algo a la vuelta y todo el recorrido no es más que un simple medio, un puente directo hacia su meta, una experiencia de estar “en tránsito”. Sin embargo, su deambulador adorado, criaturita encantadora que extiende su manita y en toda su extensión toma con firmeza un par de los dedos de la suya, desconoce completamente la noción de futuro y apenas si hacen mella en el los recuerdos del pasado: es un entusiasta del aquí y ahora, un fanático del presente simple, cotidiano, pasito a paso. Y fiel a su doctrina de vida, da un pasito y frena:
- Ohhhhh!…. (señala con el dedo y logra con una plasticidad envidiable estirarse mucho más de lo imaginable para acariciar el enchapado metálico).
- Sí, hijito, una puerta del gabinete del medidor de gas con una etiqueta medio despegada… Ahora vamos, ¿dale?, y dan medio pasito más. Aún no han sobrepasado los límites del frente del propio hogar pero el pequeño vuelve a frenar.
- Ohhhh…
- Sí chiquitín, una junta. La junta de una baldosa con la otra, hace como un caminito. Ahora mirá para adelante que este es nuestro caminito, vamos, y avanzan unos centímetros más.
- Ohhhhh!…. (se acuclilla y mira inclinando la cabeza de costado, queriendo descubrir tal vez cuan profundas y largas son las juntas y qué diseños trazan sobre la vía pública cuando descubre una hormiga).
- Sí una hormiguita, vamos nene lindo.
Esta escena se repetirá prácticamente durante todo el camino, nada más que la madre va perdiendo cada vez más la compostura, notando que se le hace tarde, alza al deambulador, carga todas las otras bolsas de compras en la mano libre y avanza con determinación de regreso a casa con el paso pesado de una aguatera del 1800 cargada a más no poder mientras va repudiando internamente la idea de haber dejado el cochecito en casa. Eso le impide ver ya todo lo otro que el bebé descubre ahora, desde el metro sesenta y tres de altura que le brinda el ir a upa. Y como no lo ve, tampoco podrá alentarlo, hablarle sobre las maravillas de la ingeniería urbana ni sobre las bellezas naturales de los árboles, el pasto, las telarañas y ni del canto de los pajaritos. Probablemente llegue a casa cansada y con las reservas naturales del sano y buen humor maternante al borde de la extinción.
Pues bien, ¿de quién es la responsabilidad de su estado? Aquí es donde las madres y otros amorosos seres maternantes hacernos cargo: no es la culpa del verdulero que puso el negocio a la vuelta y no al lado, no es la culpa de otros seres de la familia que concienzudamente amamos y en estas ocasiones nos parece que tal vez podrían haber ayudado a cambio, no es la culpa de las juntas de las baldosas, no es la culpa del bebé, no es nuestra culpa. Es tan solo una equivocación. Un error de enfoque. Una oportunidad para aprender.
Por eso, no hay como establecer con claridad los objetivos y no complicarse queriéndole sacar quíntuple provecho a una situación que podría haber sido sencilla: si queremos ir a la verdulería, vamos a eso (con nuestro flamante deambulador en cochecito); si queremos pasear con nuestro hijito, vamos a eso (con bebé a pie).
Si realmente queremos salir a pasear con nuestro bebé que ya sabe caminar, nos debemos saber que será bueno reservarnos entre 35 a 50 minutos para dar la vuelta a la manzana dedicándonos de corazón a esperar y alentar así su curiosidad y sensibilidad ante cada nueva maravilla… ¡El verdadero estímulo es darle tiempo para dejarlo descubrir la magia de un pimpollo, la belleza de los bigotes blancos de un vecino felino o el imponente rugir del camión repartidor amarillo doblando allí, en el lugar más fascinante del mundo: ¡a la vuelta de tu equina!
Desde los 3 hasta los 6 años: emoción, palabra y acción en función de la expresión del propio ser.
En esta etapa continúa estando en primer lugar el juego y el disfrute con el propio cuerpo. Esto abarca el reconocimiento de sus características físicas, sus posibilidades y limitaciones, el desarrollo de nuevas habilidades y destrezas motrices, el cuidado del propio cuerpo y el de los demás niños y niñas. De esta manera se asumen las primeras responsabilidades y se conquistan los importantes pasos en la autonomía personal.
Entran también en esta etapa la exploración de las posibilidades expresivas del cuerpo, principalmente mediante la actividad lúdica y artística. En un nivel de pensamiento concreto, se le atribuye a la palabra un sentido literal y no obvio, aspecto que es importante reconocer para lograr un vínculo adecuado en la relación niño-adulto. Por este motivo, es tan importante brindar información acotada y específica respecto a las pautas de convivencia en familia y a la forma en la que se espera que nuestros hijos las cumplan. “Se simple y sincero” es un buen lema para entendernos bien con niños de esta edad. La adquisición del lenguaje se enriquece permanentemente y es un buen comienzo asignarle valor a la palabra y buscar que esta se condiga con las acciones. Todo el tiempo podemos acompañar a nuestros hijos a tender un puente de ida y vuelta entre lo que dicen y lo que hacen y de este modo estaremos acompañándolos en la ejercitación de un valor esencial para la vida, que es la coherencia.
En este nivel, la vida pasa por la corporalidad. Los pensamientos, las palabras y las emociones se expresan con el cuerpo, muchas veces de manera impulsiva y en todos los casos de manera unitiva. No existe aún una distinción ni división clara entre el adentro y el afuera y lo que se percibe se vivencia como totalidad integradora e integrada. Es un momento ideal para reconocer la maravilla del cuerpo humano, que es en verdad, el instrumento perfecto para la experiencia de la vida y es la base para todos los otros aprendizajes.
Acorde a estas características que están en pleno desarrollo durante esta etapa proponemos la siguiente secuencia de juegos. Las actividades listadas se pueden repetir incorporándoles nuevas variantes o pequeños desafíos una vez que el niño haya comprendido la dinámica de cada propuesta. Cada una de ellas nos permitirá variar e incentivar de manera equilibrada en el desarrollo de sus sensibilidades múltiples.
Pero antes de leerlas, una advertencia: al implementar estas sugerencias debemos hacer todo lo posible por conservar la apreciación de su iniciativa. A nosotros nos toca la feliz tarea de sostenerlo simbólicamente con nuestra mirada respetuosa y con la apreciación cabal de su potencial para que él continúe descubriéndose a sí mismo y al mundo que lo rodea siendo el protagonista de su aprendizaje y no un espectador pasivo.
Por lo tanto, cada una de las sugerencias representa tan solo un puntapié inicial para motorizar nuevas experiencias. Lo que nuestro bebé quiera emprender ante el escenario que les preparemos dependerá de sus necesidades, de sus intereses y de su constitución como sujeto capaz, activo y en constante desarrollo. Esto favorecerá enormemente su autoconfianza, su autonomía para dirigir por sí mismo su juego y su capacidad de concentrarse y hacer foco, ¡por el simple motivo de que lo que está haciendo es realmente lo que le interesa hacer! Por ejemplo, si ofrecemos a nuestro hijo de 3 años recién cumplidos pinturas, agua y varias pinceletas en un balde y lo sentamos ante una hoja en blanco, es probable que el niño quiera volcar el agua en el balde y volver a trasvasarla de regreso al vaso. Para ello tendrá que pensar y decidir qué hacer con los pinceles. Quizás en la primera ronda los deje donde estaban, tal vez luego quiera ponerlos en el recipiente sin agua, luego quizás los apoye en la mesa o en el papel. Tal vez entonces note que los pinceles tienen agua y que dejan un rastro mojado por donde se mueven, cosa que lo llevará a querer mojar la superficie externa de un recipiente y de otro. Ya vamos unos 25 minutos de juego y la hoja sigue en blanco. Puede que ese día sea todo lo que quiera hacer, porque ya pide bajarse para ir corriendo tras un panadero que pasó volando por la ventana que da al patio. Eventualmente, ante la repetición del ofrecimiento a lo largo del tiempo el niño descubrirá la relación entre el agua, el color, el pincel y el papel. Ese será un momento digno de ser registrado. Pero no porque ese día pintó su primer cuadro, sino porque completó un largo proceso de exploración que le permitió saciar su curiosidad a un punto tal que nada queda por ser explorado.
Es entonces cuando estará listo para dar el siguiente paso y convertirse en un pequeño pintor que realmente comprende y conoce los materiales con los que está involucrado. En ningún momento les dijimos “este juego no es para pasar agua de un vaso a otro, es para que pintes y se hace así y así y así”.
Si hacemos esto ¿quién queda activo y quien pasivo en la relación? La secuencia con la pintura, el agua y los pinceles es tan solo un ejemplo de lo que sucede cuando deseamos que nuestros bebés sean los protagonistas de sus propios logros.
Por ello, procuremos obtener de las siguientes sugerencias ideas y pautas generales pero evitemos querer imponer que nuestro bebé les de el uso convencional que nosotros prevemos de antemano. De este modo ellos podrán sacar el máximo provecho de lo que les estamos brindando.
Sensibilidad Plástica y Comunicacional (expresiva)
Esta actividad puede introducirse una vez que el bebé deja de llevarse a la boca todo lo que toma en la mano. No quiere decir que no se lleve nunca nada a la boca, sino que logre controlar el reflejo de explorar con la boca cada elemento con el que entra en contacto. Podremos explicarle verbalmente que los materiales para pintar no se llevan a la boca, pero sí pueden usarse en el soporte que tengamos preparado.
- En todos, todos, todos los casos, compartamos el espacio de artes plásticas por el placer de expresarse y sin otra finalidad que esa. A veces es difícil resistirse a querer que aprenda los nombres de los colores, que logre representar figuras, que respete ciertos límites o pautas “convencionales”. Sin embargo ¡evitemos hacerlo! Es muy pequeño, disfruta plenamente de pintar por el placer mismo de crear y esta valiosa vivencia se vería diezmada con estas intenciones “educativas”… Ya tendrá tiempo de aprender todo esto y además tendrá en su baúl de experiencias muchas horas de disfrute y amor por lo plástico.
- Podemos pintar en paralelo con el buscando disfrutar nosotros también de nuestra expresividad. Luego de algún tiempo, podemos jugar a intervenir la obra del otro pero nunca con la intención de “corregir” sino de compartir la expresión artística.
- Si siempre pinta con témperas táctiles usando directamente los deditos podrá poco a poco conocer otras técnicas, como acuarelas, témperas, agua y pincel. Otros elementos podrían ser los crayones para niños, aunque ciertas corrientes los consideran demasiado rígidos en su trazo, insistiendo en las ventajas de que el medio plástico sea flexible y suave tanto al tacto como en sus posibilidades expresivas. Variemos la paleta de colores con la que pinta. Un día le ofreceremos sólo negro. Otro día le brindaremos sepia, blanco y azul. Otro día sólo con azul y amarillo. Podemos nombrarle los colores por el placer de decir cómo se llaman pero no le tomemos examen esperando que él los aprenda… Lo hará por sí mismo, pero que no sea ese nuestro objetivo.
- Cambiemos el soporte sobre el que pinta, llevándolo por ejemplo a un tamaño extra grande con un rollo de papel base de empapelar (es económico y muy bueno para pintar) para que pueda pintar en superficies más grandes y con esponjas o rodillos en vez de pinceles. Si nos animamos, también podemos dejarlo pintar con los pies… es una experiencia placentera y fascinante aunque ¡hay que estar dispuestos a enfrentar el enchastre!
- También podemos incluir la actividad de trozado de papel y pegado en la hoja con pincel y plasticola. Los niños de esta edad encuentran un gran placer en rasgar papel o cortarlo con tijera adecuada para la edad y pegarlo luego. Además los estimula en su coordinación y desarrollo motriz.
- Utilicemos otros elementos para crear obras plásticas que no sean témpera, por ejemplo oleos pasteles. Es un material sumamente suave que permite explorar trazos más definidos sobre el papel sin llegar a ser tan definidos como el crayón.
- Busquemos favorecer que nuestro hijo descubra otras propuestas expresivas desde la plástica, como el modelado con masa o cerámica. De nuevo, la idea no es que “logre” representar nada en particular, sino alentarlo a explorar nuevos materiales y sus posibilidades. Ellos probablemente se vayan proponiendo objetivos cada vez más elevados y podremos alentarlos a que los alcancen.
- Miremos juntos libros de obras de arte y comentemos en voz alta lo que vemos. Cualquier artista que nos guste estará bien. Si se pueden recomendar artistas, especialmente son muy adecuados Pollok y Miró.
- Luego, podemos observar también las obras de arte de nuestro hijo y conversar con él sobre lo que vemos (no sobre lo que nos parece bien o mal del cuadro). Al decir lo que estamos viendo, le estamos enseñando también a saber “ver”: “acá hay verde y allá al fondo también, pareciera que el verde entra y sale del cuadro”. Esto es mucho más valioso que simplemente juzgar: “esto me gusta, esto no, por lo tanto esto está bien y esto mal”.
- Armemos un espacio en la casa donde podamos exponer las obras de arte que creamos, para poder volver a ellas a menudo, usarlas de nuevo para otra cosa como para trozarla y hacer un collage o hacer un marco para poner una foto de de nuestro hijo pintando.
Sensiblidad musical y motriz
Para empezar con los más pequeños podemos elegir música tradicional con sonidos de tambores y le contaremos a nuestro bebé lo que vamos a hacer. Nos podemos sentar en el suelo y poner “play” en el reproductor de audio. Observemos cómo el pequeñín comienza a vincularse con el sonido a través del movimiento de sus manos, sus pies y su cuerpo y permitamos que también induzca el movimiento en nuestro propio cuerpo. Podemos dar palmadas al ritmo en el piso o sobre nuestras piernas. Luego nos levantaremos para comenzar a marcar el pulso con los pies en el suelo e improvisando una danza conjunta. La idea es disfrutar sin forzar nada y dejarse llevar por el ritmo de los tambores.
Variantes para agregarle otros días:
- Escuchar la misma canción pero percutiendo un tambor para acompañar el ritmo. Podemos convertir fácilmente una cacerola, un tupper invertido o un tarro en un sonoro instrumento.
- Tocar el tambor juntos, explorando las diferentes sonoridades que tiene en el centro, en los bordes y en los laterales.
- También podemos usar una cuchara de madera y una de metal para explorar distintas sonoridades.
- Tal vez sea poco a poco, tal vez desde el primer día, nuestro hijo se pondrá de pie y que jugará con su propio cuerpo como si él mismo fuera un tambor que acompaña la música, dando pasitos, marcando el ritmo flexionando las rodillas y palmeando con las manitas comenzando a bailar.
- Después de la actividad, volvemos a la calma, bajando el volumen de la música y recostándose en el suelo, sobre un colchón, alfombra o en el piso si no es frío. Si le llevamos con suavidad la manita a nuestro corazón o al suyo sentirá cómo late… ¡como un pequeño tamborcito!
Esta actividad estimulará su equilibrio y coordinación, su gusto por la música y el baile, su escucha activa y el descubrimiento de las posibilidades de su propio cuerpo así como el latir de su corazón.
Hay muchas canciones tradicionales para usar con tambores. Una clásica es Apu el indiecito.
Sensibilidad Emocional y Comunicacional
Aunque nuestro hijo ya hable con fluidez y nos parezca que se sabe comunicar perfectamente, muchas veces en la primera adquisición del lenguaje es la gestualidad la verdadera vía de comunicación que tenemos para comprender lo que les sucede por dentro. El hecho de que puedan contestar el teléfono y tener una conversación clara y fluida con su abuela no quiere decir que a la hora de dialogar puedan expresar con claridad lo que sienten, lo que les preocupa o lo que desean explorar a través de su juego.
A esta edad los niños no tienen un registro intelectual acerca de sus sentimientos y emociones y por lo tanto difícilmente pongan en palabras lo que les sucede internamente. Esto no implica que no podamos descifrar cuáles son los motores internos que llevan a nuestros niños a actuar como actúan. ¿Por qué está tan retraído ante los otros niños? ¿Qué pasa que empuja y pelea tanto con sus compañeros? ¿Cómo es que pide subir al tobogán y cuando llega arriba llora que quiere que lo bajemos (lo mismo aplica a la hamaca)? ¿¿Qué sucede que por todo hace un berrinche?…
La respuesta a nuestros interrogantes no está aún en la palabra y si les preguntamos directamente “¿Qué te pasa?” probablemente sea poco lo que podamos sacar en claro de su respuesta. Esto no significa que no se lo podamos preguntar, es bueno hacerlo porque continuamos alentándolos a llevar al mundo de la palabra el registro de su emocionalidad interna. Pero deberemos saber tener paciencia. Recién a los 6 años los niños están en condiciones de verbalizar sentimientos de esta manera.
Pero tenemos otro mensaje que permanentemente nos está enviando señales. Como dice el refrán, una acción vale más que mil palabras. Pues bien, nuestros hijos a esta edad son sujetos abocados a la acción. Lo que hagan, entonces, nos estará hablando claramente acerca de lo que sucede en su mundo interno. Solo es cuestión de estar atentos y responder a sus acciones y expresiones gestuales de manera clara y con interés.
De este modo se fortalecerá su autoestima, ya que se sentirá auténticamente escuchado y cuidado. Un niño que se siente comprendido desarrolla un placentero sentimiento de bienestar y de seguridad, sabe que ante una necesidad que expresa, habrá una respuesta. Esto no quiere decir que se le diga a todo que sí, sino que sepa que se le entiende. Es parte de nuestra tarea verbalizar lo que él todavía no dice en palabras, buscando así confirmar nuestra intuición sobre lo que quiere decir. Pero es importante que le podamos decir que “no” cuando lo creamos necesario. En casa se tiene que hacer lo que los padres decidamos. Dejar en manos de los niños la elección de lo que se va a hacer representa para ellos una carga demasiado pesada que les da un sentimiento de poder descontrolado y los confunde emocionalmente.
Podemos decir por ejemplo: “Catalina, veo que querés seguir pintando y que te enoja que yo guarde las cosas, pero ahora yo quiero terminar porque te quiero bañar. Mañana volvemos a pintar y disfrutamos juntas”.
Es importante que le hablemos siempre claramente, usando las palabras correctas para nombrar las cosas, sin infantilizar nuestro lenguaje. Al ver bailar a nuestro hijo podemos decirle: “veo que sonreís mucho cuando bailás, hoy estás muy contento”.
Un juego ideal para el desarrollo de la sensibilidad emocional consiste en “poner caras” de cansancio, de contento, de enojado (de a poquito, no todo en el mismo día). Incluso podemos sacarnos fotos, imprimirlas y ponerlas a su alcance. Cuando no sepamos bien qué le pasa en una ocasión en especial lo llevaremos a las caritas impresas y tendremos una excelente herramienta para preguntarle:
“¿Qué te pasa hoy? ¿Tenés sueño? ¿Estás enojado? ¿Te sentís triste?”
De este modo estaremos estimulando su inteligencia emocional, enriqueciendo su vocabulario y por sobre todo haciéndolo sentir amado, porque nos importa lo que le pasa y demostramos nuestro interés por comprenderlo mejor.
El objetivo de estas sugerencias es acompañarnos para que ampliemos las posibilidades de juego con nuestros hijos pequeños, enriqueciendo aún más el vínculo y encontrando una oportunidad para divertirnos juntos.
Solo queda por destacar que para saber cómo favorecer las sensibilidades múltiples en nuestros hijos por lo general lo único que necesitamos es observarlos con atención y dejarlos ser y hacer.
Si nos mantenemos atentos, si sabemos dar tiempo y si desarrollamos una mirada apreciativa de la iniciativa de nuestros hijos en esta primera infancia, estaremos afinando también nuestra intuición y la tarea de educarlos se volverá una tarea sumamente placentera y hasta divertida.
Desde los 6 a los 9 años. Imaginación, curiosidad y juego fantástico en búsqueda de lo real.
Entre los 6 y los 8 años se transitan los pasos fundamentales de la escuela primaria, en los que las habilidades intelectuales se afianzan y las destrezas corporales se vuelven un permanente campo de exploración, desarrollando de esta manera de forma integral la motricidad y la intelectualidad. Se manifiesta de manera definitiva la curiosidad por el conocimiento, por comprender las razones y los por qué de la vida. Esto conlleva también preocupaciones naturales que son resultado de este crecimiento evolutivo. Surgen preguntas existenciales acerca del origen de la vida, de su razón de ser y de la muerte. La curiosidad también se manifiesta en el interés por el mundo espiritual, surgen las primeras preguntas que llevan a pensar más allá de lo que se ve y se comprueba empíricamente. Ganan también gran preponderancia la vida social y el interés por las relaciones y los amigos. Surgen por este mismo motivo, innumerables ensayos de relación con los otros donde no están ausentes las discusiones, las peleas y las reconciliaciones. Todos estos aspectos absorben la atención y los pensamientos de niños y niñas de estas edades y es fundamental que como padres sepamos que son años cruciales para sentar las bases de la convivencia y la valoración de lo diverso como característica intrínseca de lo humano y de lo natural.
Ya no son bebés, ya no van al Jardín de Infantes, pero siguen siendo niños pequeños, y es bueno que lo recordemos. No hace falta ser genios didácticos para observar a claras vistas que el juego sigue siendo el principal motor de aprendizaje y los docentes lo saben bien, motivo por el cual utilizan a menudo cuentos, adivinanzas, canciones, poemas y propuestas lúdicas para aproximar a los niños a la apropiación de nuevos contenidos.
La infancia es una edad donde la maravilla de lo fantástico comienza a convivir con una creciente conciencia de lo concreto a lo que los adultos llaman “el mundo real”. Ellos entonces, con una libertad que bien puede resultarnos envidiable, combinarán ambos mundos en una unidad libre de contradicciones y sin prejuicio alguno harán hablar a su muñeco con un sapito del jardín sobre temas tan importantes y serios como lo son el amor, el devenir del tiempo y la razón de ser de la vida.
Así como en la primera infancia los niños juegan con las palabras como si estuvieran haciendo torres de cubos con ellas, en esta etapa juegan con la fantasía como si quisieran hacer “castillos de realidad” hechos en la arena. Su verdadera búsqueda no es aún definir lo real en sí mismo, sino comenzar a descubrirla jugando con su idea. En el campo seguro de la imaginación fantástica, lo real puede ser ensayado sin correr riesgo alguno.
Los chicos comienzan a “salir al mundo” principalmente a través de la escuela y de otras actividades donde comparten su tiempo con niños de su edad y otros adultos que ocupan el papel de educadores. El vínculo con los amigos y compañeros representa de por sí un enorme desafío, las peleas y desacuerdos son habituales así como la facilidad para lograr reconciliaciones instantáneas. Una vez más, si sabemos esperar y depositamos en ellos nuestra mirada de confianza y respeto por sus tiempos ellos podrán sacar ensayar sus habilidades sociales y establecer vínculos con sus pares que a menudo se convertirá en una amistad para toda la vida. Un amigo de la infancia es un tesoro que difícilmente se vuelve a hallar en la vida adulta.
En esta etapa comienza a construirse la noción del tiempo tal como la concebimos los adultos, aunque todavía necesitarán un largo proceso para completar el recorrido. Se trata de una época de transición, donde ya no se vive en un eterno presente de la conciencia, sino que los horizontes se amplían pudiendo abarcar el concepto de pasado y futuro, aunque sin ir demasiado lejos en la recta del tiempo…
CHISTE
Niño respondiendo un examen en la escuela:
–¿Cómo se da la formación de las cordilleras?
-Las montañas no se forman en uno o dos días, tardan mucho tiempo en formarse. Sí ….. ¿Semanas, tal vez?
A esta altura los niños tienen un amplio manejo de la lengua materna y su vocabulario se expande día a día. Asisten a menudo a buscarnos con consultas sobre el significado de términos que les resultan novedosas y al alfabetizarse se abre un nuevo mundo de palabras a ser descubiertas. Sin embrago aún atribuyen a la palabra un sentido literal y aunque están preparándose para comprender conceptos abstractos por lo general no terminan de elaborar con facilidad las expresiones con doble sentido. Este hecho ha sido bien aprovechado por los creadores de películas infantiles donde una “doble trama de acción/sugestión” entretiene tanto a niños como a adultos. De todos modos, estos “guiños” no siempre son los más felices para los niños y en la vida cotidiana es siempre conveniente evitar dejarlos fuera de las conversaciones con el uso de la ironía o del doble sentido, ya que tiende a desorientarlos y a que se sientan confundidos.
Podremos ahora acompañarlos en los nuevos pasos hacia la vida en la escuela primaria, donde las letras y los números centralizarán el protagonismo de una buena parte del día. Sin embargo los niños siguen teniendo una enorme necesidad de juego y esto está relacionado a su desarrollo interno. Si solamente se pone el foco en los aprendizajes escolares estaremos alentando la idea de que el todos los días.
Hacia el cierre de esta etapa, niñas y niños se empeñan en descubrimiento de las características de la propia mente así como desarrollan un gran interés por entender el modo especial de ser de sus pares, hecho que los llevará a ser más selectivos con sus amigos. Se tornan reflexivos, buscan y disfrutan asociando ideas e intentan hallar explicaciones lógicas a los interrogantes que la vida les plantea. Elaboran hipótesis y a menudo se nos acercan con sus dudas que muchas veces pueden parecernos insólitas. Ya no se trata, como a los 2 o 3 años de preguntar incesantemente ¿por qué? al adulto de referencia, sino que lo que buscan ahora es sentirse capaces de brindar respuestas.
El razonamiento y la lógica se vuelven cada vez más importantes en su quehacer diario, pero no en el sentido que tendrá luego como adolescentes y adultos. En esta etapa, se trata más bien de una actividad exploratoria donde el ensayo y error son posibles porque el análisis de sus ideas es una expresión más de su quehacer lúdico, hecho que captó claramente el creador de la Filosofía para Niños. Ellos están ensayando un nuevo mundo, donde lo sutil de los pensamientos gana protagonismo, pero continúan haciéndolo como un juego. Por este motivo aparece también a esta edad un gusto muy especial por el humor, siendo ellos mismos entusiastas inventores de chistes y bromas.
Al ser los chistes textos condensados conceptualmente, codificados con pocos signos verbales e interactuando muchas veces con otros de tipo no verbal, los niños deben concentrarse en un proceso complejo de decodificación que requiere aplicar simultánea y eficientemente estrategias de comprensión del código y estrategias de interpretación de la situación a partir de informaciones culturales o ambientales.
Así como un extranjero quisiera entender los chistes argentinos y un biólogo desearía comprender de qué ríen los músicos de jazz y viceversa, los niños anhelan con auténtico entusiasmo decodificar el código de su propia cultura.
Si necesitamos abordar un tema nuevo o marcar pautas con nuestros hijos a esta edad, uno de los mejores canales para tener una llegada directa será el humor.
Poco a poco, la indagación y reflexión constante acerca del hecho del pensar les permitirá ganar nuevas perspectivas respecto a sí mismos, a sus posibilidades y a las herramientas con las que cuentan para desarrollar el discernimiento. Están preparando el terreno para adentrarse a la pubertad donde su atención se orientará hacia el descubrimiento de los aspectos más internos y sutiles de su ser. Para ese entonces, los cambios físicos y psíquicos característicos de la edad ocuparán buena parte de sus inquietudes.
FRASE
“Cuando un niño pregunta no quiere decir que no sepa”
Daniel Calmels
Pubertad y adolescencia: la conquista de la libertad.
Esta es una etapa de inmenso potencial donde los jóvenes se afianzan como estudiantes y es importante poder acompañarlos a que le saquen el máximo provecho a los años que les restan antes de volverse adulto. Todos y todas, cada uno a su tiempo, comienzan la marcha hacia la pubertad y la adolescencia, despidiéndose definitivamente del mundo infantil en el que interactuaban sin conflicto la realidad y la fantasía. Se despiden también del juego simbólico que caracterizó la exploración de sí mismos, de sus posibilidades y las del entorno hasta ese momento. Es habitual que a esta edad, se viva el crecimiento como una pérdida y muchas veces necesitan elaborar este cambio mediante la burla o el desprecio por el mundo de la fantasía. Sus anhelos se centran ahora en la comprensión de la realidad y los datos que ésta aporta. Es muy importante acompañar a niños y niñas para que puedan visualizar que las maravillosas perspectivas de crecimiento que se abren ante sí, integrando los logros transitados en etapas previas. La adolescencia no es en verdad un cierre definitivo de la infancia sino que bien puede percibirse como un desenlace natural que da continuidad de los aprendizajes iniciados en los años anteriores y resalta la perspectiva a largo plazo de los mismos. No se trata de la mera suma de conocimientos (a nivel interno y externo) sino de recapitulación, consolidación y profundización.
CHISTE
Madrea hijo adolescente:
- ¿Cómo es que podés escribir 4.759 caracteres por minuto en tu celular y te lleva 14 horas levantar tus zapatillas?
¿En qué consisten estos aspectos?
En primer lugar, se esperan mayores niveles de autonomía y responsabilidad en los estudios, manejo de información, organización del tiempo. Este objetivo debe ser apoyado y construido desde el hogar si deseamos que puedan alcanzar un buen rendimiento escolar. En resumen, se trata de la búsqueda del equilibrio entre poder dar paso hacia los nuevos aprendizajes y, a su vez, volver sobre lo ya aprendido, valorándolo como instancia previa imprescindible para llegar al momento presente. Si cuando fueron bebés y niños pudimos crear con ellos un vínculo de respeto, valoración por su iniciativa, aliento de su creatividad y calma firmeza en la puesta de límites, llegaremos a esta instancia con mucho camino ganado. Tal vez hayamos recurrido a un chirlo cuando eran pequeños para que comprendieran la gravedad de ciertos hechos, como bajar solos a la calle. El límite físico es como una herramienta que está rota. Aparte de ser cuestionable en su efectividad, en ningún caso logra una reparación total o duradera. Si seguimos queriendo enmendar el comportamiento de nuestros hijos utilizando el castigo físico cada vez serán necesarias mayores muestras de fuerza para obtener el resultado que esperamos. Pronto puede convertirse en un círculo vicioso que no lleva a ningún destino más que al quiebre de la integridad de nuestros hijos más allá de que estaremos enviando reiteradamente el contradictorio mensaje de que esperamos niños “buenos” siendo nosotros mismos violentos. Los estudios sobre el tema muestran que los niños que han recibido un límite físico eventual ante hechos graves hasta los 6 años de edad tienden a tener mejores aptitudes sociales y desempeñarse mejor en el colegio. Sin embargo, pasada esta edad, los resultados se invierten drásticamente. Si no sentamos a tiempo las bases para que el diálogo sea la herramienta por excelencia para marcar los límites y resolver los conflictos, la pubertad nos encontrará con un campo lleno de resentimientos y espinas. Si bien no es imposible, el trabajo de educar a nuestros adolescentes será tanto más arduo y demandará de nosotros un gran trabajo de crecimiento personal.
Se dice popularmente “chicos chicos, problemas chicos; chicos grandes, problemas grandes”. Aunque probablemente a los padres nos resulte muy cierto este dicho, probablemente no sea la perspectiva más adecuada para continuar educando a nuestros hijos en este tiempo. Primero que nada, los chicos nunca están directamente asociados al término “problema” a ninguna edad y si nos escuchan repetir frases como estas estaremos dándoles el mensaje de que ellos encarnan una dificultad en nuestras vidas cuando en verdad no es así. Es cierto que la crianza nos lleva a enfrentarnos constantemente a situaciones problemáticas pero los hijos no son los portadores de esta dificultad. Nosotros somos los adultos que los hemos traído a este mundo y debemos continuar con la tarea de educarlos a conciencia incluso cuando necesitan enfrentarse abiertamente a nuestra autoridad, poniendo a prueba nuestra integridad de un modo tan radical que nunca nadie antes ni después podrá igualar.
Cuando los jóvenes son vistos como el problema, cuando las familias creemos este discurso culturalmente tan difundido y los medios masivos lo replican haciendo un eco tan poderoso que se expande hasta el último rincón social de esta misma voz, ¿qué respuesta podemos esperar de ellos? Este es un dilema que no es nuevo, sino que viene repitiéndose desde tiempo inmemorial.
“¿Quién podría decir que ella {la juventud} es la culpable? No se la ayudará con palabras despectivas. Esta juventud necesita que se le otorgue confianza y que se la
conduzca con espíritu de grandeza y no en un clima de desamparo o de desgaño”. Albert Camus, refiriéndose a la juventud francesa de la posguerra.
Así como abunda una idea hiper-idealizada de la infancia, rebalsa también en nuestras sociedades un concepto hipo-valorativo de los jóvenes. Ninguno de los dos grupos merece esta mirada. Como tan claramente expusiera María Nieves Tapia en su libro “La solidaridad como pedagogía”:
“En la Argentina de hoy, y en toda Latinoamérica, muchas buenas personas están preocupadas por la delincuencia juvenil y la inseguridad en las calles, y demandan que más y más batallones de “buzos” se encarguen de sacar del medio a los chicos que ya cayeron en la violencia, la droga o la prostitución.
Escuadrones de médicos, asistentes sociales y terapeutas acudirán a sanar a los niños y adolescentes que caigan por las cascadas del hambre, el alcoholismo, la bulimia o la anorexia. Sesudos expertos tratarán de explicarnos por qué en países ricos en alimentos los niños no aprenden porque llegaron desnutridos a la escuela, y miríadas de sociólogos intentarán explicar por qué adolescentes de “buenas familias” terminan sus fiestas de fin de curso en el hospital y/o la comisaría.
No es nuestro propósito objetar las propuestas que apuntan al mejoramiento del sistema penal, judicial o penitenciario, ni desconocer la ineludible necesidad de atender las situaciones límite una vez que se han desencadenado.
Simplemente, nos parece que ha llegado la hora de prestar más atención a lo que se puede hacer “en lo alto de la cascada
La apatía, la falta de interés por una escuela alejada de la realidad, la carencia de modelos adultos que propongan valores creíbles, el exceso de espejos virtuales y la ausencia de afectos reales, son otras tantas “cascadas” por las que también caen niños y adolescentes cuyas necesidades materiales están satisfechas.”.
Cuando fuimos niños y jóvenes heredamos una sociedad compleja donde abundaron las contradicciones y los discursos vacíos de contenido auténtico. Pero recibimos también la vida, la capacidad y el entusiasmo para poder ofrecer nuestro aporte al mundo. Con ellos hicimos lo mejor que pudimos. Ahora nosotros somos los adultos y probablemente sintamos que estaremos dejando un mundo caótico y conflictivo como herencia a nuestros hijos. Sabemos que no tenemos la culpa de la violencia generalizada, el abuso en todas sus facetas y la destrucción medioambiental. Es cierto. No somos responsables de la crisis social y ecológica generalizada. Pero mucho menos lo son nuestros hijos adolescentes, así como tampoco lo fuimos nosotros cuando fuimos chicos.
Creer que “la juventud está desganada” es solo una forma más hacer mermar su autoestima y de quebrar el vínculo, no pudiendo apreciar el gran potencial ni hallar formas constructivas de canalizar la inagotable energía con que cuentan los adolescentes.
En sus actitudes desafiantes, en sus gestos de rebeldía, en su confrontación verbal constante, solo están diciéndonos: “no entienden que necesito alejarme, no porque no los ame, sino para poder seguir amándolos”.
Si logramos mantener la lucidez suficiente como para decodificar este mensaje estaremos del lado seguro de la tormenta. Al igual que cuando nuestro hijito era un chiquitín que revoleaba su autito y éramos capaces de leer que estaba enojado por no haber podido hacerse un nuevo amigo, debemos continuar decodificando sus sentimientos y confiar en el valor de lo que en ellos hemos sembrado. Los intensos y memorables años de su crianza han dejado en su corazón un invalorable semillero de vida. Una vez más, como cuando apenas era un bebé de 1 año, valoremos la persona que ellos son, a respetar su iniciativa y por sobre todas las cosas, a dar tiempo para crecer. Recordando la recomendación de Magda Gerber, la especialista de primera infancia, siempre podemos confiar en ellos y esperar… la palabra mágica que previene y alivia todo mal.