Los tres chicos en casa con 39°C de temperatura. Primer día oficial de las vacaciones de verano pero aun con cierres vestidos de fiesta por todos lados. Uno termina la primaria, otro se cambia de colegio, otro termina el secundario.
Deciden bajar las computadoras para jugar juntos en el ambiente más amplio y fresco de la casa convirtiendo La Casa Naranja en un centro de gaming provisorio. Yo, desde la cocina busco un video que vi hace 23 años cuando estudié animación y hoy me desperté queriendo volver a verlo. No se bien cómo hacer para encontrarlo porque no sé ni quién es el autor, ni el país, ni la fecha de realización.
Solo recuerdo que trata de una niña que oye música mientras lava los platos.
En eso, el más pequeño hace algo con los enchufes. Al del medio le parece peligroso y semi amoroso, semi provocador lo intenta frenar diciéndole:
—Dejá que lo hago yo, gordo chingüengüenza.
—¡No me vuelvas a decir gordo!
Bomba nuclear.
Intentan pegarse, el mayor se interpone, gritos tremendos. Aparece el padre, bendito sea. Necesitó hacer un importante despliegue de energía para que entendieran, una vez más, cuáles son las reglas de esta casa. Lo logra. Solo se muestra intenso ante la intensidad de los chicos y regresa inmediatamente a la calma, a poder cenar y conversar en calma con todos.
Ya en la cama, él mira el foro de motos y yo juego un ratito a Gemmy Lands antes de dormirnos.
—Nunca es fácil empezar las vacaciones para ellos cuando nosotros seguimos a full —me dice de pronto.
Bingo.
Se rinde mi conciencia al sueño mientras veo que puedo hacer pequeños espacios para estar con ellos. Más intencionales. Menos erráticos.
Me levanto iluminada por la convicción de que encontraré el video de la niña lavando platos. Recuerdo ahora que era una serie sobre los derechos de los niños. Uso otras palabras clave y efectivamente allí está la imagen que recuerdo en los resultados de búsqueda. Click.
Lo miro una vez y lloro con ella. Do, si, la, fa, re. Gotitas musicales que lloran por recordar cuánto me gusta dibujar. Por sentir de nuevo el anhelo de estudiar animación. Por los millones de padres y niños que no terminan de entenderse. Por la perseverancia de los talentos. Termina y quiero empezar de nuevo. Lo llamo al más peque para que vea conmigo una segunda ronda del video.
—No está muy bien realizado, no es claro el mensaje, la estética es confusa.
Aha… mucho no le convenció. No importa, lo vimos juntos, nos hicimos un tiempo.
—Me pregunto si podemos hacer sonar nuestros vasos como lo hace ella, sugiero al pasar.
Todo dicho. Estamos los dos en el lavaplatos, poniendo agua en diversos formatos de vasos y objetos de vidrio, escuchando con deleite como cae cada gota, cómo se forman las ondas circulares, cómo salpican. Muy cerquita, uno al lado del otro. Respiramos en sintonía con el universo. Los segundos corren tintineando entre nosotros como gotitas doradas de felicidad en la plenitud del momento presente.
Después de todo, me gustan las vacaciones.
Podés ver aquí la propuesta de La Casa Naranja para este verano