Hace poco en un círculo de crianza de La Casa Naranja surgió un debate acerca de si conviene o no «ayudar» a un bebé acercándole un objeto que no puede alcanzar.
La respuesta desde nuestra mirada es simple: No. No es conveniente.
¿Por qué????
– Porque lo privamos de la posibilidad de perseverar para lograrlo por sí mismo o de asumir que no lo alcanzó (eventualmente).
– Porque intervenimos en su concentración y su intencionalidad que no siempre es la que nosotros imaginamos.
– Porque les damos el mensaje de que no confiamos del todo en su capacidad para lidiar con la situación.
– Porque atribuimos un sentimiento de sufrimiento donde en realidad solo hay experiencia y esfuerzo.
– Porque nos sentimos satisfechos de haberles ahorrado una pequeña frustración, cuando lo que el bebé necesita es ¡frustarse en lo pequeño! Si no tienen oportunidad de frustarse en lo pequeño, ¿qué sucederá cuando se frustren en lo grande?
La frustración ayuda a conocer y aceptar los propios límites, reafirma la voluntad, enriquece las estrategias para resolver situaciones desafiantes y permite experimentar una enorme satisfacción una vez que se sorteo la dificultad.
Esto no siginifica dejar a los bebés «abandonados» en su dificultad. Nos mostramos interesados, atentos, compasivos en el sentir del bebé, avalando sus emociones en todo momento, pero no vamos delante de ellos abriéndoles el paso porque confiamos en su capacidad de hacerlo por sí mismos, a su debido tiempo.
Permitir que los bebés experimenten pequeñas frustraciones en los espacios de juego cotidianos y validar sus emociones en el proceso es la manera más amorosa de ofrecer límites con respeto. La vida en sí está llena de límites naturales y los bebés están 100% inmersos en lo natural. Por tanto están sumamente predispuestos a aceptar los límites si no les enseñamos lo contrario con nuestras «ayudas».
“Lo esencial es que el niño descubra por sí mismo el máximo de cosas posibles. Si le ayudamos a solucionar todas sus tareas, le quitamos justamente aquello que es lo más importante para su desarrollo mental. El niño que logra algo por medio de experimentos autónomos adquiere conocimientos completamente distintos a los de un niño a quien se le ofrece previamente la solución”
Emmi Pikler
Ah… relativamente fácil de entender pero difícil de aplicar, ¿verdad? Bueno, tal vez este videito con Ruby como protagonista ayude a confiar en el concepto. Después de mirarlo díganme con sinceridad cuántas veces en esos 3 minutos 19 segundos se vieron desesperados por ayudarla? Y eso que ella no se queja, ¡solo se esfuerza!
Se que este tema da para el debate. Me encantaría conocer sus opiniones, ¡pueden dejarlas en los comentarios!
En el video se ve que algo tan simple como poder alcanzar un objeto se vuelve un gran desafio, el cual puede llevar un laaargo rato. Al bebe se lo ve entretenido, interesado, concentrado, paciente y perseverante!! y todo eso es muy positivo! 🙂
Si, es verdad. Hay que dejarlos para que luego, con el paso del tiempo, no sientan que todo se produce con ayuda , o sin sacrificio, o sin esfuerzos. Allí llegan, posteriormente , a ser frustrados. Porque nada les sale o todo esfuerzo es mucho. Mal entendemos que dar todo, es bueno.
pero se aprende , luego de haber hecho la falla. Y ya es tarde.
Hola María Irene, gracias por tus palabras y tu sinceridad. A mi sentir nunca es tarde. Yo descubrí este enfoque (y tantas otras cosas) cuando mis hijos ya no eran bebés. Sin embargo, pese a que uno de ellos ya es un adolescente, aun hoy me sirve tanto esta mirada! Cuando veo que algo no sale como él espera, cuando un amigo le miente y se siente descolocado, cuando no se entiende con un profesor, me dan ganas de salir delante de él blandiendo la espada de la justicia y «salvarlo» de las dificultades de la vida. Luego, recuerdo. Por suerte. Recuerdo que el es una persona capaz. Recuerdo que puedo confiar en él. Y que él puede confiar en mí. Y con más o menos éxito (a veces no me sale tan bien como otras) espero a su lado, haciendole saber que estoy, que me importa, que cuenta conmigo… pero que no voy a resolver por él sus desafíos. Cariños, Fer