La Balada de la Dependencia Materna. Como superar los 4 desafíos más desesperantes de la crianza.

corazoncitosdetizaEl niño no me come.

La niña no me habla.

El niño no me hace caso.

La niña no me duerme.

Y yo, ay yo, que tanto le cocino.

Y yo, ay yo, que tanto le hablo.

Y yo, ay yo, que tanto le explico.

Y yo, ay, ay, ay, yo ya estoy perdida en el cansancio infernal e infinito del no dormir.

(cantar con una guitarrita, con voz quebrada, al dulce y conmovedor estilo de Violeta Parra. Repetir a gusto o seguir leyendo, tal vez haya alternativas).

Hace tiempo que quiero escribir esto. Ya te dije antes que no me gusta confrontar. Pero hoy no estoy siendo yo. Me levanté a las 4 am, ya me bañé, ya medité -como pude, no soy buena para eso- ya desayuné, promocioné el semillero de juego libre y reactivé la cuenta de twitter de los pañales gogreen preguntándome como es que me suspendieron si apenas la abrí ayer… se ve que puedo hacer las cosas mal de entrada.

Mientras todo esto transcurre, mi familia todavía duerme (ni siquiera son las 6). Así que acá voy. Con tiempo y sin nadie a quien atender. Eso no me gusta, me pone nerviosa. Es que desde que soy madre no hago más que estar en función de mis hijos. Es que desde me casé estoy muy enfocada en mi marido. Es que desde estudié en la universidad estoy enfocada en función del bien social. Es que cuando fui adolescente estuve enfocada en mis amigas delgadas, rebeldes y con tetas que conseguían novios…

Antes de eso, ah… antes de eso estuve enfocada en mí misma. En mi juego de muñecas, en el aula que armé en mi habitación donde enseñaba a niños traviesos e imaginarios, en los patines y el balcón largo de la casa de mi infancia que daba al bosque y al lago, en los caballos, en la cortina que se corría una mañana y del otro lado el mundo estaba blanco, blanco, blanco y solo un inmenso silencio cubría con su nieve la tierra.

Un silencio tan inmenso, tan bello y profundo que era una meditación. Una de verdad, no como la que esbozo ahora donde todo es oportunidad para la distracción.

Cuando fui niña estuve en foco. En mi mismísimo eje. Era yo misma, suficiente y plena. No faltaba nada, nada sobraba. Bueno, exagero. Me faltaron a menudo dientes de leche y era tan tímida que me negué a sonreír en público durante un tiempo porque estaba sumamente consciente de su ausencia (por ese motivo perdí un casting al que me llevó mi mamá, bendito sea el destino). Pero aparte de eso, no me faltaba nada, no me sobraba nada.

Al niño, a la niña, al los de la balada tampoco le falta nada, tampoco le sobra nada. Son perfectos tal y como son, un sí mismo completo, suficiente y pleno.

Pero tantas mamás hemos olvidado nuestro propio eje, nuestro foco, que dependemos de quién podemos y quién esté bien predispuesto. Para eso no hay nada mejor que los hijos. Y así, dependiendo, les enseñamos a depender.

Ay, ya estoy diciendo algo que me cuesta…

Respiro…

Junto coraje…

Quiero volver a mi centro, a mi auténtico ser…

Sigo.

Los hijos no «nos» hacen las cosas a nosotras. Los hijos no comen porque tienen buenos motivos para no hacerlo. Los hijos no hablan (aun), no hacen caso (nunca), no duermen (¡ni en sueños!), porque nosotras lo hemos estado haciendo por ellos. No les hemos dado el espacio, el tiempo y el respeto para que aprendan a hacerlo por sí mismos.

Controlamos el servir la comida en sus platos, la cantidad que se sirven  y hasta qué llevar a la boca en cada bocado. Porque lo hacemos por ellos.

Controlamos las palabras que dicen, contamos cuántas son y comparamos si hay correspondencia con la cantidad de palabras que a esa edad ya deberían estar diciendo (¡¡¿¿a los 18 meses realmente TODOS deben decir 15 palabras??!!).

Controlamos sus tiempos, irrumpimos en las exploraciones de su motricidad, de su mirada atenta, de sus manos y juegos. Sin decir agua va los interrumpimos, los alzamos sin aviso, les decimos cómo, a qué, con qué, para qué y hasta cuándo jugar.

Entonces los chicos se encaprichan, decimos… ¿se rebelan tal vez? Y sí, no nos hacen caso. Porque todavía no aprendieron del todo a depender. Porque todavía les queda mucho, mucho, mucho foco en su propio eje para seguir aprovechando. Lo que les decimos que no hagan, lo vuelven a intentar, una y otra vez. Y si ven que esto produce en nosotras un show de enojos y retos, por más que sufren ante nuestra reacción… ¡les resulta tan atractivo volver a persionar el botón rojo de nuestra vulnerabilidad! «Qué interesante actuación montó mi mamá cuando hice esto… a ver… voy a volverlo a hacer y miro qué pasa», se dicen en su idioma sin palabras pero con el inmenso deseo de comprender los vínculos humanos a través nuestro, sus mamás. Su profundo interés por decodificar y comprender las relaciones humanas es su prioridad y van por ella.

En este estado las cosas, nos vamos cansado. Ellos, ellas, nosotras. Llegadas las 7 de la tarde todavía falta completar una pila de quehaceres domésticos y todos estamos agotados.

No hay peor cosa para dormirse que estar agotado. Hay que llegar a dormir antes de eso. Una vez agotado, el cuerpo que no tuvo oportunidad de aquietarse a tiempo saca energía de la reserva vital e inyecta una dosis importante de adrenalina para seguir adelante (no lo tomes literal, es metafórico, aunque tal vez sí sea eso lo que pasa desde el punto de vista químico). Eso es lo que pasa cuando estamos somnolientos en una fiesta y de pronto nos despabilamos y podríamos seguir hasta cualquier hora y lo hacemos. Al día siguiente eso tiene un precio, todos lo sabemos. Imaginate como quedás si hacés eso todos los días. Bueno, tal vez no te haga falta imaginar nada. Tal vez es justamente lo que te pasa (pero sin la parte de la fiesta, solo con la parte de sacar energía de donde no la hay, luego no poder dormir y estar agotada ya desde el siguiente amenecer).

Y frustradas de tanto cansancio acumulado nos tomamos todo personal, les perdemos la paciencia, los reprendemos, lloramos a la par de ellos. No sabemos mejor.

Hasta que un día no damos más y nos ponemos a leer artículos como este y otros seguramente mejores. Leemos y leemos y nos preguntamos cuándo aparecerán las 4 claves para superar los desafíos más desesperantes de la maternidad.

Pero no solo no llegan las soluciones, sino que para colmo nos echan el fardo encima.

Bueno, bueno. Solo porque llegaste acá te lo canto:

No hay niño que no desee comer, si comer es comer y solo eso. Si comer un es acto libre y es hasta estar satisfecho.

Si mi mamá está satisfecha con mi satisfacción, ay caramba, ¡cómo como, cómo como, cómo como de bien siendo tan niño!

No hay niña que no hable, si hablar es comunicación y vínculo, y solo eso. Si hablar es con la mirada, con los gestos, con los balbuceos y cuando es auténtico. Entonces la niña comprende que es comprendida.

Si mi mamá está satisfecha con mi satisfacción, ay caramba, ¡cómo me expreso, cómo me expreso, cómo me expreso de bien siendo tan niña!

No hay niño que se niegue a los límites, si son una contención, una forma de amor que le habla al corazón y solo eso. Si sentir el límite es sentir el abrazo materno, con firmeza, siempre sereno.

Si mi mamá está satisfecha con mi satisfacción, ay caramba, ¡como respondo, como entiendo, como acepto de bien siendo tan niño!

No hay niña que desee dormir. No hay niño que quiera hacerlo. Porque dormir es cambiar de estado, es una transición y solo eso. Pero solo eso es lo que al niño no le interesa, solo eso a la niña la pone en estado de alerta.

Si mi mamá me permite esforzarme para aprender a transitar los cambios, ay caramba, y desde el primer momento del día puedo comer, expresar y aceptar, ay caramba, yo creo que ya es hora de que mi mamá no me duerma más, ay caramba, que no me balancée, no me pasee en el auto, el cochecito, en brazos, no me acune, no me ponga al pecho como somnífero, ay caramba, ya es hora de que confíe en que también puedo aprender a dormir por mí misma, ay caramba, en mi propia cama, ay caramba, en mi propia cama, ¡¡¡ay carambaaaaaaa!

(cantar con maracas, panderetas y cintas de gimnasia artística, con puro arte. Si se consigue que venga Luis Pescetti con Magdalena Fleitas para hacer la parte del estribillo, mejor).

A veces nos lleva más de un hijo aprender esto. Pero en algún momento aparece una luz al final del camino, nos preguntamos si habremos muerto pero no, estamos cada vez más vivas. Y si te quedaste con ganas de más detalle, ay caramba, vení a los encuentros de familias de La Casa Naranja y descubrilo por vos misma porque ahora no tengo más tiempo. Son las 6.58 am, ay caramba, y uno tras otro fueron cayendo al baile del nuevo día, ay caramba, tres leoncitos hambrientos, que me llaman, que me llaman: ¡Mamáááá!

15 Comments

    1. Gracias querida Luz por tomarte el tiempo para dejar tus palabras por escrito. Me toma coraje escribir esto, pero ya voy por tres artículos en el estilo, se está marcando una tendencia, será la liberación materna que estoy experimentando con la pedagogía waldorf :)!
      Siempre se valora cuando del otro lado, de los cientos que leen alguien deja su aporte, su apreciación o reflexión. ¡Un abrazo! Fer

  1. ME HUBIESE GUSTADO DARME CUENTA DE ESTO ANTES ,CUANDO MIS HIJOS ERAN CHICOS ,,YA SOY ABUELA ,PERO ESTOY A TIEMPO DE COMPARTIRLO CON OTRAS MADRES JOVENES MUCHA GRACIAS ¡¡¡¡

  2. ¡Ay caramba que buen artículo Fer! Que cotidiano y que identificada me siento caramba! Te cuento que si me preguntan : ¿Cual fue el último libro que leíste? «Los juegos del hambre» , «La maldición del Titán de la saga de Percy Jackson» y una vez más estoy leyendo «El Principito» (lecturas compartidas con cada unos de mis 3 hijos). ¿Cual fue la última obra de Teatro? «La niña que regaba la albahaca» de los titiriteros del San Martín. ¿Cual fue la última película que viste en el cine? Una de animación. ¿Cual fue tu última salida? El domingo fuimos al Museo del Juguete donde hubo un Festival de Manga y animé con taller de dibujo de Manga incluido. Y me doy cuenta de que todo «depende» de ellos, de sus gustos. Pero a su vez me encuentro disfrutando , riendo y emocionándome con libros, pelis y obras «para niños»… disfruto de verlos reír y también me río mucho yo.Mi niña interior agradece esta conexión . No sé si aprendí con tres hijos a no «depender» de cubrir sus necesidades, sus deseos y gustos , y a priorizarlos por sobre los propios. Pero me dejas pensando y reflexionando sobre si mi dependencia de ellos puede provocar una dependencia reciproca. ¡Ay que difícil es ser Mamá caramba! Te mando un abrazo enorme, besos
    Marty

  3. Fer! Hermosooo lo que escribis, recien ahora encuentro este blog! Me encanto y ayy carambaa si una pudiera vivir sin prejuicios y dejarlos ser!! Gracias!! Gracias por compartirlo!

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