Cada cual en su lugar para poder educar. La mirada sistémica que sana la relación entre la familia y la escuela

Esta semana publiqué el artículo «La mejor escuela». Pautas para elegir el jardín de infantes de tus hijos.  Allí comentaba que «en general los chicos están bien si los padres y la escuela ocupan el lugar que les corresponde y basados en el respeto mutuo, les queda tiempo para mirar la niño. Cuando los padres confían en la escuela pueden dedicarse a criar a sus hijos. Cuando la escuela confía en los padres puede dedicarse a enseñar a los niños. Entonces, los que salen beneficiados son los chicos.»

Quisiera desarrollar un poco más esta idea compartiendo con ustedes mi humilde comprensión de la mirada que ofrece la pedagogía sistémica (les conté ya hace unos días que Angélica Olvera estará dando un taller este sábado 14 de abril 2012 al respecto).

Si los padres se atrincheran contra la escuela y la escuela se atrinchera contra los padres, se da una especie de guerra fría donde los que se ven perjudicados son los chicos… a quienes nadie puede mirar realmente, porque los adultos están muy ocupados atacando y defendiéndose entre ellos. Claro que nadie quiere que esto suceda, pero puede suceder. De hecho, es una situación que se da mucho más a menudo de lo que uno imagina.

Para evitarlo, se pueden tomar ciertos recaudos:

– elegir el lugar basándose en las prioridades que ustedes tienen como familia y no en la opinión de los otros miembros de la familia o ¡del mismo chico! (te sorprendería la cantidad de veces que he escuchado a padres y madres decir: «¡quiero que mi hijo elija el jardín!!» ¿Qué criterio puede usar el pequeñín? ¿No es una carga demasiado pesada e innecesaria?).
– acordar entre madre y padre la elección del jardín, si uno de los dos padres está a gusto y el otro no, tarde o temprano esto será una carga para el pequeño. Este desacuerdo en la elección puede suceder por muchos motivos y se puede dar tanto si las parejas están juntas o separadas. A veces es la madre la que elige la escuela, aunque el padre no esté tan de acuerdo con la decisión. Pero es bien sabido que es el padre quien muestra el mundo y abre el camino al aprendizaje. Si bien nunca es bueno dejar de lado al padre, en la elección de la escuela su opinión cobra una importancia especial.

– pedir entrevistas con la dirección de las escuelas que más les interesan y tomarse el tiempo para preguntarles cómo trabajan, cuál es su proyecto educativo, qué actividades realizan los chicos a diario, qué actividades especiales suelen realizar, qué lugar ocupa la familia en relación al jardín, etc. A veces los papás y mamás que no trabajan en educación no hacen estas preguntas, pero son muy importantes y es bueno saber ciertas cosas de antemano. Seguro que el proyecto que te cuenten va a ser más «ideal» que la realidad de todos los días y es normal que así sea. Pero lo importante es percibir si realmente la escuela tiene la intencionalidad de moverse y avanzar en la dirección que declara.
– una vez que los chicos asisten al jardín, si hay cosas que te preocupan o no te gustan lo mejor es ir a la escuela y hablar con la maestra y la dirección, evitando los comentarios en la puerta, en el auto, en casa, con los vecinos, con el verdulero y ¡prácticamente con cualquier otra persona lista para escuchar tus quejas! En la mayoría de los casos tu hijita estará al lado tuyo en silencio, escuchando. Si la situación es grave y no se revierte, siempre podés tomar la decisión de cambiarla de escuela. Pero ¡ojo!, a veces lo que causa enojo en las familias es algo que ninguna escuela va a poder remediar, que es el hecho innegable de que nuestros hijos están creciendo y con cada paso que dan conquistan mayor libertad y por lo tanto, se alejan un poco más del núcleo familiar… Por supuesto que es un proceso que lleva años, pero hay que tener el amor en orden en el corazón familiar desde un comienzo para que los hijos encuentren el permiso de salir al mundo y puedan aprender.

Angélica cuenta que cuando ella era pequeña, los padres honraban y valoraban el lugar que ocupaban los maestros. Cierta vez la maestra mandó a llamar a su madre, que era muy estricta y enseguida la retó diciéndole: «¡¿qué hiciste que tu maestra quiere hablar conmigo!?». Pero resultó ser que Angélica no había hecho ninguna travesura, la maestra estaba muy contenta con ella y solo quería invitar a la madrea a participar de un proyecto especial que estaban haciendo. Hoy en día, por el contrario, cuando la maestra manda a llamar a los padres, estos le dicen a sus hijos: «hijito, ¿qué te pasó?, ¿la maestra te hizo algo??»… Se ha perdido la confianza entre la familia y la escuela y los que están padeciéndolo son los niños. Por suerte todos podemos movernos y buscar cuál es el lugar que nos corresponde. De este modo, una educación sana y feliz es posible.

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