Es bien sabido que la rutina y los hábitos brindan seguridad y contención. Muy especialmente entre el nacimiento y los 3 años los niños se sienten reconfortados al conocer «las rutinas» y poder así establecer pequeños órdenes en un mundo que se les presenta muchas veces como impredecible y desconcertante. Ciertos aspectos repetitivos de la cotidianeidad brindan la capacidad de anticiparse a lo que sucederá y de predisponerse favorablemente para «lo que vendrá». Así, saben que luego de lavarse las manos viene la comida, que luego de ponerse los zapatos llega el paseo a la plaza y que después del cuento y el beso de despedida llega el momento de irse a dormir… Un ejemplo clásico es la entrada al baño diario. ¡La mayoría de los chicos no quiere entrar a bañarse y luego no quiere salir del agua! Ambas situaciones pueden ser una verdadera batalla campal si no nos damos cuenta que la verdadera dificultad del niño consiste en su resistencia al cambio de estado, como puede verse claramente en el cuento Federico dice no, de Graciela Montes.

Tomando este ejemplo, podemos:
- anticipar con palabras breves y claras lo que va a suceder a continuación, «tenemos que guardar los juguetes, estoy preparando la bañadera para bañarte».
- apelar a su colaboración para el cambio de estado: «ahora te voy a sacar la ropa, ¿te gustaría ayudarme?».
- darles tiempo a acomodarse internamente y responder, ¿»estás listo ahora?».
- repetir los pasos para sacarlo del baño, es decir: «estoy buscando la toalla… … ahora te voy a sacar del agua… … ¿querés pararte solo o necesitás ayuda?… ya estoy lista, ¿vos estás listo?».
Un minuto suele ser un tiempo más que sobrado para esperar a que los chicos respondan a nuestras palabras y bien vale la pena esperarlo… tres segundos, que es lo que solemos esperar, definitivamente no alcanzan (no es broma, lo digo en serio). No hay como tener un bebé para darnos cuenta del sinsentido del virus de la inmediatez que la tecnología ha impuesto en nuestra sociedad, ¿verdad?
Mientras más cuidado y respeto haya en lo cotidiano, más seguros se sentirán los niños pequeños para enfrentar lo diferente, lo desconocido, lo inevitable y nuevo que la vida propone. Y cuando esto suceda, podrán mantener los ojos y el corazón bien abiertos, para abrazar los cambios con mayor alegría, confianza y flexibilidad.
Me parece interesante contarles que en el sistema de armonización de las emociones con esencias florales descubierto por el doctor Edward Bach, la flor que representa este aspecto es Walnut ya que «da constancia y protección contra las influencias externas», como él mismo diría. Es la flor indicada para la dentición, el control de esfínteres, las mudanzas, el comienzo de la escolaridad…

La personalidad Walnut afronta lo nuevo abierto y sin inhibiciones, imperturbable, sigue su meta. Expresa libertad y protección… ¿Quién no quisiera tener un nogal en el jardín de su corazón para favorecer una crianza conciente y feliz?